El 22 de octubre de 1837, no fue un día más para la patria, ni para nuestra familia. Ese día tan especial, se libraba en el actual Departamento de Artigas, la Batalla de Yucutujá, escenario del enfrentamiento entre las tropas gubernistas que comandaba el presidente Manuel Oribe, contra los revolucionarios de Fructuoso Rivera, quien era apoyado por el general unitario, Juan Galo de Lavalle y los riograndenses de Piratini.
Sería la última batalla en que participaría nuestro trastatarabuelo, el fuerte estanciero, Coronel de las Guardias Nacionales, Jefe Político y 1er Jefe de Polícía efectivo del Durazno, don Juan Bernardino Arrúe López de Castilla.
"En medio del entrevero enemigo, los indios descubren la presencia de Juan Bernardino Arrúe, verlo y concertarce para matarlo fue todo uno. El cacique Fernando Tiraparé, grita a los suyos "Hay que darle lanzazos hasta que el alma le salga de las carnes". Varios "guayaquises" aprietan la lanza, cierran las piernas sobre los costillares de los caballos y se arrojan a su encuentro. Arrúe presiente y vuelve la cara. Pero es tarde. Sobre su espalda en fuga se hunde una lanza.
De forma valerosa y con tan solo 38 años, nuestro ancestro entregaba su vida en el potrero de Yucutujá a manos de los salvajes seguidores de Rivera, aquel mismo que había sido su amigo, padrino de bodas y de bautismo de su primogénito. Pero un día, las pasiones partidistas desataron sin control ni medida esos demonios hasta convertirlo política y personalmente en su mayor adversario local.
Con las honras fúnebres dignas de su estamento, velaron al distinguido Coronel de las Guardias Nacionales en el Durazno, más precisamente en el oratorio del casco de su extensa estancia, la histórica "Azotea de Arrúe" o "El Mirador Rosado", como también se le conoció a aquella especie de castillo petreo que dominaba desde la cuchilla más alta y a orillas del río Yí, el Paso del Durazno. Hoy sus restos descansan en Montevideo, en el panteón familiar junto a los de su suegro, Prócer de la Independencia, héroe del Rincón, de Sarandí e Ituzaingó, Jefe del Estado Mayor del Ejército y 1er Ministro de Guerra y Marina del Uruguay, Gral. Julian Laguna Delgado-Melilla, quien había muerto dos años antes en Buenos Aires, siendo sus restos repatriados por su amigo y compañero de Ituzaingó, el presidente Manuel Oribe.
La prensa brava del gobierno, el "Defensor de las Leyes" estuvo a tono con las violencias del momento. Respecto a aquel suceso infortunado, dijo en sus columnas: "Consagramos a la vez, nuestra veneración a la memoria del patriota don Bernardino Arrúe, sacrificado por los vándalos de Rivera en Defensa de la Constitución de la República".

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