domingo, 26 de enero de 2025

"Los Patricios"

¿Qué es lo que nos hace diferentes?



A mi entender es el sentido de pertenencia y patriotismo, el amor por nuestro país, ese que forjaron nuestros mayores, haciéndonos sentir orgullosos por la historia y memoria de los ancestros, la cual admiramos, respetamos y aprendemos a no manchar con nuestras acciones.

En mi casa, como creo que en la de muchos de ustedes, no se estilaba hablar abiertamente de estos temas, solo se mencionaba de forma subrepticia en alguna reunión familiar.

Pero a mis 18 años recién cumplidos, habiendo iniciado mi cruzada por rearmar nuestra historia familiar y para ser honesto, luego de haberme mandado una macana, mamá me dijo:

"Diego, ya eres mayor de edad, pero no independiente, en esta familia nadie lo es por completo, siempre serás parte de... y en tal sentido, tu que sientes orgullo por ser descendiente de, recuerda que ello no nos hace más que nadie, tan solo diferentes, y ésto conlleva tener más responsabilidades que el común de las personas. Somos una familia pública y como tal, debemos mantener nuestro nombre limpio, ya que es lo mínimo que se espera de nosotros"

"Si tropiezas, no solo lo haces tú - si no- cada uno de los integrantes de esta familia y mancillarías la memoria de esos antepasados a los que tanto admiras y por los cuales somos lo que somos".

Tal vez, en ese aleccionamiento de mi madre, el cual nunca he olvidado, radica nuestra esencia y todo nuestro ser, deber y proceder. Somos diferentes al resto, sobre todo a cierta clase emergente, advenediza, tanto política, como empresarial, sin pasado ni gloria, ni ancestros a quien rendirle respeto, ni linaje al cual honrar. Gente llena de codicia y mal haber, que solo quiere escalar para engullirse de poder, ocupando cargos que otrora, el patriciado supo ennoblecer.

“Ser gente bien es ser bien educado, es tener una tradición de buena moral. Es el concepto de la hidalguía española que trajeron los labradores que llegaron a estas tierras. Es un sentido del honor, de la decencia, de evitar la traición. Esa es la quintaesencia del patriciado." dijo Silva y Antuña.

"Los patricios son los linajes donde los demás intentan mirarse como en un espejo, con esa carga de virtudes y glorias, de leyendas y maldiciones que han tejido el misterioso manto de seducción de los abolengos más rutilantes del mundo, con esa sutil e invisible autoridad capaz de elevar a la categoría de modelo todo cuanto hacen, dicen y tienen a su alrededor..." dijo Ricardo Goldaracena.



Este posteo me remonta a la historia familiar, precisamente cuando nuestro trastatarabuelo, don José Antonio Arrúe de Ipenza, allá por el 1700 y largo, decide comprar un campo en el Paso del Durazno, el cual luego sería la histórica estancia "Azotea de Arrúe".
Quien le vendía el campo era un tal Callorda, también estanciero, el cual se presentaba como "Juez Jubilado de la campaña de la Banda Oriental", contando con la confianza de los gobernadores de Viana, La Rosa, del Pino y Vértiz. Pero más allá de estas credenciales, lo que le faltaba a este "buen hombre", eran los títulos de propiedad del campo por el cual estaba recibiendo los fondos de nuestro trastatarabuelo a cuenta del precio total del campo. Por consiguiente, él y su también "respetable" mujer (o al menos eso hacían ver), le enviaron el compromiso de compra venta con sus respectivas firmas.

Mientras tanto, el latifundista don Fernando Martínez Alonso de la Peña (de quien luego su descendencia casaría repetidas veces con la de José Antonio) andaba notoriamente ofreciendo por su parte la venta del mismo predio poseído por el vasco Arrúe y le denunciaba por hacer uso de sus tierras para cría de ganado, además del negocio de su bote en el Yí. Situación que lleva inesperadamente a prisión a Arrúe, persona honesta y ponderada en la zona, causando la mutación del concepto general.

Ya en Montevideo nuevamente, Arrúe fue bien asesorado y compra de inmediato el campo a Martínez, operación realizada por el escribano Palomino, con escritura otorgada el 11 de septiembre de 1789.

Ya poseedor de sus casi 60.000 mil hectáreas, nuestro ancestro, aún con su orgullo y honra herida, no podía dejar que mancharan el buen nombre de su familia. Así que se fue a la capital virreinal a reclamar judicialmente su cuenta por el dinero que Callorda y su mujer habían cobrado, pero por sobre todo, para dejar constancia de su honorabilidad. La demanda se basó en los papeles firmados (pero sin valor) que la pareja le entregaba, esta se inició en octubre de 1792 y el juicio terminó en mayo del 93´. Parece increíble que Arrúe hiciera el viaje, se estableciera siete meses en Buenos Aires y gastara, vaya a saber cuánto en asesoramientos, por el prurito de cobrar una suma notoriamente inferior a sus desembolsos. Esto deja evidencia que nunca fue el dinero su motor, si no, la limpieza de su nombre por haber ido a prisión injustamente y dar un ejemplo ejemplarizante. Dicho expediente se encuentra en Buenos Aires. (Archivo de la Nación, Sala 9. 40. 3.2). Por suerte para nosotros, somos una de las familias del viejo patriciado mejor documentadas y todo es comprobable.

Misma documentación que trajo y se conserva de don José Antonio Arrúe de Ipenza, -el patriarca de nuestra familia- al llegar a estas tierras, conteniendo información de su nobleza, ya que era lo que se estilaba entonces entre la gente de su condición, donde demostraba su filiación de hidalguía legítimamente aprobada y conformada según la disposición de los fueros, para que en esa virtud, Juan Bautista, Ignacio y Martín de Arrúe Olaso Irazusta, y su descendencia (entre ellos nuestro trastatarabuelo) gocen en la villa y todos los territorios la calidad de nobles, hijosdalgos de sangre y solar conocido.
Y con esto vuelvo al principio, el peso del honor, del nombre de la familia, y el orgullo y deber de mantener la sangre limpia nunca se debe olvidar y por tal, debemos actuar en consecuencia.
Aquí el retrato de nuestra trastatarabuela, digna representante del viejo patriciado, doña Bernarda Castilla -perdón, doña María Bernarda López de Castilla y Cáceres, si se quiere ser más exacto con los documentos que con la simplicidad que ella usó su propio nombre.

La fidelidad del pincel de Cayetano Gallino condensó en el retrato toda la sencillez de una estampa patricia ajena a frivolidades y notas rumbosas. Envuelta en un sobrio chal claro que contrasta con la intensa oscuridad que sirve de fondo al lienzo, expresión ambigua en la mirada y el pelo recogido en un moño que remata el peinetón, así, tal cual, severa, sin afeites.

De tal palo, tal astilla- valga por una vez el difundido aforismo, si de su parienta la reina católica solían admirar sus contemporáneos lo mucho que podía durarle un vestido remendado, de la matriarca criolla de abolengo hispano retratada por el pintor italiano pudieron también admirarse similares prendas de virtud y una misma vara de austeridad para medir los tiempos de holgura, como los de sacrificio.

Dio dos robustos linajes al patriciado, ARRÚE y ARRIÉN -, sobrevivió a dos maridos, fue madre y abuela de guerreros y hombres de negocios, de ella descendieron dos presidentes de la República, -no de cualquiera-, de la Oriental del Uruguay- y distintas personalidades en el Río de la Plata y Europa. Supo vivir tiempos de fortuna y padeció con abnegación los infortunios, murió anciana y quedó aposentada en el cuadro, mirando desde allí a la posteridad.

Así la describe el historiador y especialista en genealogía, don Ricardo Goldaracena en "El libro de los Linajes", exquisita obra que recopila a las familias pertenecientes al patriciado criollo.

Dato no menor y sobre todo para estos tiempos, es que en su casa de la calle 25 de mayo, hoy museo, declarada de valor histórico patrimonial y la cual aparece en la guía inglesa de Ciudad Vieja fue escenario del ciclo de talleres para el Centro Cultural de España, sobre la liberación de la esclavitud, -y es que precisamente en esa casa, vivieron y trabajaron para la familia, las que luego serían las dos primeras negras libertas del país, María y Felipa.
Doña Bernarda pide a Lavalleja por su liberación, creyendo que el modo más digno de solemnizar el nacimiento de una República, es dar públicamente su libertad. Reclamo que tuvo a bien el Gobierno concederle por las justas razones que constan en la carta escrita luego por su yerno, Juan Manuel Areta Landuaceres (marido de Celestina Arrúe López de Castilla), expediente que se conserva en el Archivo General de la Nación, y es la resolución que determina que Felipa y María fueran las dos primeras negras libertas del Uruguay.

Retrato exhibido en la “Exposición Cayetano Gallino” del Salón Nacional de Bellas Artes de Montevideo en junio de 1944. Reproducido fotográficamente y numerado “6” en el correspondiente catálogo. Casi 200 años han transcurrido desde que el maestro Gallino la inmortalizó, desde ese momento siempre a estado a cuidado de la familia y ella cuidando de nosotros.

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