jueves, 9 de noviembre de 2023

"Nacimiento de José Antonio Arrúe de Ipenza, EL INICIADOR"

El 9 de noviembre de 1748 nacía nuestro trastatarabuelo, José Antonio Arrúe de Ipenza, "El Iniciador". Al día siguiente, como muestra éste documento, era ungido solemnemente en los óleos bautismales en la parroquia de la Villa de Orendaín por don Francisco de Irazusta.
Fue el penúltimo hijo del matrimonio Arrúe de Ipenza, hermano de Antonia Francisca Arrúe de Ipenza, nacida en 1731 y unida en matrimonio el 7 de septiembre de 1756 a Francisco Ignacio Lizarribar; María Bautista Arrúe de Ipenza, nacida en 1735; Juan Francisco Arrúe de Ipenza, nacido en 1740; Juan Ignacio Arrúe de Ipenza, nacido en 1743, casado con María Josefa Aizpea Caminos, matrimonio ascendente entre otros del político español Antonio Arrúe Zarauz, nacido 26 de marzo de 1903, quien fuera destacado activista cultural vasco y una de las personalidades más representativas del Carlismo; y del ya citado José Antonio Arrúe Larrarte, nacido el 27 de junio de 1963, recayendo en su figura el peso y honor de ser titular de la Casa, hoy de Urrutia, con más de 600 años de historia, donde conserva testamentos, capellanías y contratos matrimoniales desde 1545, desprendiédose el nombre de Juan de Urrutia, principal partícipe en la fundación de la primera cofradía de vascos en América, fundada en Lima en 1612 en nombre de la virgen de Arantzazu, en la que aparecen las primeras palabras en Euskera publicadas en América; María Josefa Arrúe de Ipenza, nacida en 1745; María Joaquina Arrúe de Ipenza, nacida en 1751, quien toma estado el 27 de enero de 1780 con Juan Garmendia Aguirre.

Su padre fue don Martín Arrúe Olaso Irazusta, quien nace el 15 de agosto de 1706 y muere a los 50 años el 1 de diciembre de 1756 en Guipúzcoa. Había casado el 23 de abril de 1730 con doña Ana Francisca de Ipenza Campos Arteaga, nacida el 27 de junio de 1707 en Guipúzcoa. Su abuelos paternos se llamaban Martín de Arrúe Erreguillaga, nacido el 1 de septiembre de 1658, y doña María Olaso de Irazusta Zebelzu, nacida el 4 de diciembre de 1667. Los maternos, Esteban de Ipenza Otamendi y María Bautista Campos de Arteaga -quienes también fueron padres de Juan Ignacio, María Josefa, Josefa Antonia, María Juana, Mateo, Martín, marido de Josefa Irazusta y María Manuela de Ipenza Campos, casada con Martín Eguía Olaso Irazusta..

Todas familias de solar y casa conocida, en Orendain, Albistur, Segura, Zaldivia y Tolosa radicaron las viejas casas armeras de Arrúe, en cuyos muros fueron grabados los relieves heráldicos del linaje. Un roble de sinople, herrazado de lo mismo y un jabalí de sable, pasante al pie del tronco y apoyadas en él, dos lanzas de sable, en cada cantón del jefe un aspa de gules. Coronado con un yelmo y sobre el tres plumas de avestruz.
Conocedor de su estamento, nuestro trastatarabuelo llegó a estas tierras con una prolija y documentada información de su nobleza, ya que era lo que se estilaba entonces entre la gente de su condición, donde demostraba su filiación de hidalguía legítimamente aprobada y conformada según la disposición de los fueros, para que en esa virtud, Martín de Arrúe Olaso Irazusta y su descendencia gocen en la villa y todos los territorios, la calidad de nobles, hijosdalgos de sangre y solar conocido.
De José Antonio desciende la progenie de los Arrúe en el Río de la Plata, según el historiador Huáscar Parallada, estaba afincado en la banda oriental a mediados del siglo XVIII. Vivió entre su casa de Montevideo, ubicada en la calle 25 de Mayo (antigua calle del Portón) y Pérez Castellano en la Ciudad Vieja, -hoy museo, declarada casa histórica patrimonial, la cual aparece en la guía inglesa de Ciudad Vieja como casa neocolonial. Cabe destacar que en ella se realizó el ciclo de talleres para el Centro Cultural de España, sobre la liberación de la esclavitud, -y es que precisamente, en esa casa vivieron y trabajaron para la familia, las que luego serían las dos primeras negras libertas del país, y su colosal estancia en Durazno, lugar donde además de hacendado fue Comandante de Milicias de Caballería y Alcalde Ordinario.
Tan noble como terco, este vasco visionario y laborioso se convirtió en rico hacendado, pero como veremos, no sin antes pasar por algunos contratiempos. En 1782, aún soltero, se lanzó a la aventura de poblar la campaña, tal vez motivado por el militar y latifundista, don Fernando Martínez Alonso de la Peña, quien le otorgó "permiso" para radicarse en el Paso, acción encomillada debido a que esos campos estaban envueltos en un litigio de propiedad entre Martínez y un tal Callorda, también estanciero, el cual se presentaba como "Juez Jubilado de la campañas de la Banda Oriental", además de ser hombre de confianza de los gobernadores de Viana, La Rosa, del Pino y Vértiz, en su misión de vigilar la campaña por los campos del Yí, Río Negro y la frontera, al que los locatarios reconocían como al verdadero propietario, por no haber visto nunca a Martínez por el Paso.

Lo cierto es que más allá del reconocimiento del pueblo, Callorda, ante lo legal no era más que un simple ocupante en esas tierras que Martínez de forma sigilosa, y sin dejar Montevideo había denunciado ante los altos funcionarios de la Real Hacienda de Buenos Aires y comprado más de un millón de cuadras de campo, incluida la fracción en la que radicaba Arrúe, quien previo a llegar a ese paraje, solicitó una licencia de botes para usar en el Paso del Durazno, la cual le permitió comenzar su empresa como fletero fluvial en el Yí.

En medio de la disputa por la tierra, para sorpresa de nuestro trastatarabuelo, es él quien termina siendo el más afectado por la querella, ya que estaba ocupando campos de los cuales Callorda aseguraba ser su dueño y puesto que éste le había prometido venderle aquellos y recibido fondos a cuenta del precio. Desde la estancia del Monzón, Callorda y su mujer, con sus firmas, le mandaron el compromiso: venderle el campo a Arrúe, en el que se incluía una quinta de duraznos ubicada en el Paso. Mientras tanto, Martínez andaba notoriamente ofreciendo por su parte la venta del mismo predio poseído por el vasco y le denunciaba por hacer uso de sus tierras para cría de ganado, además del negocio de su bote en el Yí. Situación que lleva inesperadamente a prisión a Arrúe, persona honesta y ponderada en la zona, causando la mutación del concepto general. Era cierto que Martínez había adquirido las tierras y que Callorda estaba de intruso? Sí!
Ya en Montevideo nuevamente, Arrúe fue bien asesorado: "Compre de inmediato a Martínez, Callorda no obtendrá nunca el dominio y Ud., corre el albur de que el negocio se haga con otro!!!". Tal vez el mismo consejero habrá concertado la operación mediante el escribano Palomino, porque el vasco con su orgullo y honra herida, además de resentido por el desalojo y haber sido apresado, evitó el trato personal sin asistir a la escritura, otorgada el 11 de septiembre de 1789. En ese momento, ni en sus más oscuros pensamientos el vasco podría imaginar que años más tardes dos nietas suyas se terminarían casando con dos nietos del capitán de milicias y latifundista, don Fernando Martínez Alonso de la Peña.

Mascullando en su lengua natal se fue a su campo en el Paso del Durazno, situado en la hoy localidad de Santa Bernardina, entre los arroyos Villasboas y Texera, desde sus nacientes hasta sus desagües en el Yí, en total comprendía casi 60.000 mil hectáreas. Y en el levantó en la cresta de la cuchilla que muere junto al paso del Durazno los gruesos muros de piedra del casco de su estancia, la histórica "Azotea de Arrúe" -que, posteriormente- se le conoció como el "Mirador Rosado" y que en buena medida aún se conserva. Desde lo alto de su feudo amurallado regenteó la explotación ganadera y su lucrativa empresa fluvial por más de 30 años.
Empero, no olvidaba su anticipo de dinero, 150 pesos, por los 1461 fijados en la promesa de compra que había sido fracasada. Por tal motivo el vasco tozudo se fue a la capital virreinal a cobrar judicialmente su cuenta, después de un prolongado e infructuoso carteo con el deudor, que simplemente había entregado un recibo por la suma expresada, sin indicación de la causa, sin plazo de devolución. La demanda, basada en ese papel se inició en octubre de 1792 y el juicio terminó en mayo del 93´. Parece increíble que Arrúe hiciera el viaje, se estableciera seis meses en Buenos Aires y gastara, vaya a saber cuánto en asesoramientos, por el prurito de cobrar una suma notoriamente inferior a sus desembolsos, lo que deja evidencia de que nunca fue el dinero su motor, si no, la limpieza de su nombre por haber ido a prisión injustamente y dar un ejemplo ejemplarizante. Dicho expediente se encuentra en Buenos Aires. (Archivo de la Nación, Sala 9. 40. 3.2).

En la capital del virreinado, ciudad pequeña, era fácil encontrarse, particularmente entre los del gremio de hacendados, siempre unidos y solidarios por los intereses comunes. En el medio año que estuvo radicado en Buenos Aires debió de haber cultivado una amistad con don León Ortiz de Rosas y de la Cuadra, militar español, comandante en las expediciones contra pueblos originarios durante el Virreinato del Río de la Plata, y fuerte estanciero, casado con doña Agustina Josefa Teresa López de Osornio, patricia y estanciera rioplatense, pionera de la ganadería argentina al sur del río Salado, que a fines del siglo XVIII era el límite con las tierras indígenas.
Entendiendo esta amistad, cobraría sentido aquella historia que contaba su después pariente, don Agustín de Urtubey, la cual tenía como protagonistas a un adolescente Juan Manuel de Rosas, -hijo de los citados, don León y doña Agustina-, el cual llegó en 1808 al Paso del Durazno acompañado por un médico y gente capaz de cuidar al mozo rebelde. El futuro Brig. General y Gobernador de Buenos Aires, había sido enviado a lo de Arrúe por sus padres, tal vez por decisión de su madre, -dama de espíritu autoritario y dominante-, creyendo necesario un distanciamiento lejano de amistades y parientes que pudiesen interceder o de cuyos hogares fugarse, tal como había ocurrido recientemente cuando encerrado, a pan y agua, con llave, rompió la cerradura y se fue desnudo en la alta noche para refugiarse en casa de los Anchorena, dejando un papel escrito así: "Dejo todo lo que no es mío, Juan Manuel de Rosas". El motivo? "Una falta grave, o la travesura intolerable de unos amoríos impropios". La solución a ello fue enviarlo lejos a una zona ignorada, asegurarlo bien en el confinamiento del rico hacendado Arrúe quien además era capitán de Milicias, con Guardia en el paso y veteranos armados en aquella especie de castillo petreo que era su casa.
Poco más de un año fue suficiente para desvanecer la nefasta pasión juvenil del desterrado. Por su conducta velaría la rectitud y carácter del vasco; y un médico de confianza, por su salud; un río y un paso con botes para el recreo; yeguadas, toradas, para bolear y enlazar; a tres leguas -cerquita en aquellos tiempos- una capilla que llamaba al rezo y una pulpería propicia a las reuniones de jóvenes amigos en las tardes domingueras.

Años más tarde, el nieto mayor de José Antonio Arrúe, casará con doña Petrona Villegas Cascallares, fiel confidente de don Juan Manuel de Rosas y mejor amiga de su hija Manuelita.

A fines de 1812, Artigas ocupó la amplia "Azotea de Arrúe" que, como verdadera atalaya, se encontraba en la margen derecha del Yi y junto al paso mismo. Siendo escenario de dos importantes sucesos: el primero, la "Precisión del Yí" en la cual "el Caudillo enjuicia con severidad la conducta de Buenos Aires y su representante, Sarratea, por todos los agravios e injusticias cometidos hacia su persona, y, especialmente, hacia el pueblo oriental. El segundo aconteció el 8 de enero de 1813, cuando estando aún alojados en ella, se lleva a cabo el "Pacto del Yi", firma entre el Gral. José Gervasio Artigas y los delegados del citado presidente del Triunvirato, Manuel de Sarratea, en la cual, tras idas y vueltas se le designa al Gral. Artigas como Jefe de todas las fuerzas de la campaña oriental; y las tropas porteñas tendrían el carácter de “auxiliadoras”; derivando de la misma que el 21 de febrero próximo se produzca la renuencia de Sarratea por el descontento de los demás jefes, siendo sustituido por el Gral. José Rondeau, mismo día en que los orientales se sumarían a la línea sitiadora. Hoy una placa lo recuerda.
Su fidelidad a la Corona le valió a este vasco realista ser catalogado por Artigas como "UN MAL EUROPEO, PEOR AMERICANO", lo que conllevó al despojo de sus tierras por parte del caudillo, ese mismo que en el año 1804, cuando tan solo era un soldado del cuerpo de Blandengues, solicitó ayuda al Gobernador de Montevideo para hacer frente contra las avanzadas de los portugueses que estaban aliados con los charrúas y minuanes en el norte de la Banda Oriental, haciendo de ello una situación insostenible por los desmanes que cometían. En esa oportunidad, la persona que acude en su auxilio, es la misma a la que años más tarde despojaría de sus bienes, nuestro ancestro, el citado José Antonio Arrúe, por ese entonces, Comandante Interino del "Escuadrón del Río Negro y Yí". No conforme con el despojo de sus tierras, Artigas dispuso que nuestro anciano trastatarabuelo marchara prisionero a Purificación, medida que fue revertida y no se llegó a cumplir gracias a la intermediación del siempre bien recordado don Joaquín Suárez, político uruguayo, prócer de la Independencia y 7.º Presidente del Estado Oriental del Uruguay.
Pero ese no fue el único hecho histórico que involucró a la Casa de Arrúe con el futuro caudillo de los Orientales. A fines de 1812, Artigas ocupó la amplia "Azotea de Arrúe" que, como verdadera atalaya, se encontraba en la margen derecha del Yi y junto al paso mismo. Siendo escenario de dos importantes sucesos: el primero, la "Precisión del Yí" en la cual "el Caudillo enjuicia con severidad la conducta de Buenos Aires y su representante, Sarratea, por todos los agravios e injusticias cometidos hacia su persona, y, especialmente, hacia el pueblo oriental. El segundo aconteció el 8 de enero de 1813, cuando estando aún alojados en ella, se lleva a cabo el "Pacto del Yi", firma entre el Gral. José Gervasio Artigas y los delegados del citado presidente del Triunvirato, Manuel de Sarratea, en la cual, tras idas y vueltas se le designa al Gral. Artigas como Jefe de todas las fuerzas de la campaña oriental; y las tropas porteñas tendrían el carácter de “auxiliadoras”; derivando de la misma que el 21 de febrero próximo se produzca la renuencia de Sarratea por el descontento de los demás jefes, siendo sustituido por el Gral. José Rondeau, mismo día en que los orientales se sumarían a la línea sitiadora.

Del padrón del Durazno de 1834 se extraen las primeras noticias de repartos de tierras en los campos de Arrúe, los cuales eran un hervidero de poseedores y donatarios artiguistas contra los herederos de la Casa Arrúe que luchaban por recuperar el patrimonio familiar del cual habían sido despojados, logrando al fin desalojar a los ocupantes gracias a la jerarquía de la cual gozaba la familia.
Tiempo después, sus herederos venderían parte de las grandes extenciones de tierra de su padre al militar Carlos Hortiguera, y a éste se las compraría en 1839, don Fructuoso Rivera, -Fundador del Partido Colorado y 1.º Presidente del Estado Oriental del Uruguay-, además de gran amigo de nuestra familia hasta iniciada la Guerra Grande, donde cada una marca su divisa y separan sus caminos. En esas tierras el militar colorado levanta la estancia "del Paso", lugar donde pasaría largas temporadas. Luego de la guerra, su viuda, doña Bernardina Fragoso de Rivera se la vende al matrimonio de Juan Sáinz de la Peña Martínez y López de Santaolalla y Asunción Márquez Rebollo, padres entre otros de Asunción Sáinz de la Peña Márquez, mujer del Gral. Máximo Tájes, 15º Presidente Constitucional de Uruguay; y de Jorgelina Sáinz de la Peña Márquez, quien casa con Pablo Fructuroso Rivera, hijo de don Fructuoso, ascendentes de los Rivera Sainz, Platero Rivera y Rivera Zás, ambas familias emparentadas a los Arrúe.

La Azotea de Arrúe o Mirador Rosado tuvo varios propietarios, tal vez el más recordado fue don Liborio Irisarri. Luego fue incluida en la nómina de Monumentos Nacionales, lamentablemente no ha gozado de ningún trabajo de refacción o protección y hoy solo se conservan vestigios de la famosa casona de piedra, ladrillos y tejas sobre la cumbre de más elevación cercana al Paso del Durazno, en las inmediaciones de una actual industria frigorífica.

El 5 de enero de 1816, en la ciudad de Montevideo con 68 años deja esta existencia don José Antonio. En estas tierras, el 4 de junio de 1796, éste vasco hidalgo y realista formó un principal hogar al tomar la mano en matrimonio de María Bernarda López de Castilla y Cáceres, criolla de abolengo hispano por su enraizamiento a la dinastía real. Penúltima hija del estanciero y Alcalde de la Santa Hermandad del Cabildo de Montevideo, Juan López de Castilla y Rojas Calderón, varón de la casa de Castilla nacido en Villa de Campillo en 1726, venido a América en 1756 integrando el cuerpo de los Reales Ejércitos de donde pidió su retiro en 1768 para dedicarse a las tareas rurales. Casado en 1761 a los 35 años de edad con la criolla, Luisa Francisca Cáceres y González, de 15 años a la fecha, nacida el 26 de junio de 1746, hija del estanciero canario de origen argentino, don Bernardo de Cáceres, casado en 1738 con la porteña Francisca González de la O, matrimonio muy emparentado a la histórica Casa de los Carrasco Melo-Coutinho.
Veinte años más tarde de la muerte de José Antonio, doña María Bernarda dictaba su testamento, en él declara libre a sus esclavos, esos mismos que la acompañaron hasta el último día en la casa de la calle del Portón. Los otros que vivían en su hacienda deciden seguir con sus descendientes. Pero tiempo atrás, en 1828 un hecho es tomado en forma de anécdota por Milton Schinca en su libro “Bulevar Sarandi”, bajo el nombre “Bernarda rifa 2 esclavas”, lo cual no es tan así. Por suerte el relato de una pluma mal intencionada pierde credibilidad ante los documentos legítimos. Si bien es cierto que el hecho en si sucedió, no fue realizado por falta de dinero o por crueldad, se desconoce los legítimos motivos, pero lo realmente documentado es que la mismísma doña Bernarda es quien pide a Lavalleja por la liberación de Felipa y María, al no tener respuesta por parte de éste, se procede a esa especie de "rifa" en la cual nunca hubo reclamo por parte del poseedor del número ganador. Pasados tres años sin reclamo alguno, se dispone que Felipa y María pasen a disposición del Gobierno para servir en el Hospital de Caridad. A poco tiempo de declararse la Jura de la Constitución, Felipa y María solicitan su libertad a su Excmo. Sr. Gobernador y Capitan General Provisorio de este Estado Brig. Gral. D. Juan Antonio Lavalleja, por medio de una carta que escribe don Juan Manuel Areta Landuaceres -(yerno de doña Bernarda, marido de Celestina Arrúe López de Castilla), en la que expone su situación, e implorando la bondad del gobierno, creyendo que el modo más digno de solemnizar al nacimiento de una Republica, es dar públicamente su libertad. Reclamo que tuvo a bien el Gobierno concederle por las justas razones que constan en la carta y expediente que se conserva en el Archivo General de la Nación en Uruguay, resolución que determina que Felipa y María fueron las dos primeras negras libertas del Uruguay.
Del histórico matrimonio entre José Antonio y doña María Bernarda nacerá la estirpe de los Arrúe López de Castilla, cuatro mujeres y tres varones, María de los Ángeles, Juan Bernardino, José Tomás, Juana María, Celestina, Felipe Tomás, y Casiana Arrúe López de Castilla, linaje ampliamente estudiado y del que nace buena parte del patriciado rioplatense.


"Educaron a sus hijos en ascética sobriedad, en la más rigurosa observancia de los preceptos cristianos como es usual entre los hidalgos de raigambre española, en el entendido de que la fe, preciado atributo, es el pilar sobre el que deben reposar la unidad y la grandeza de una familia que reza diariamente el rosario. La austeridad es la norma, así viven todos los miembros de la familia que contrariamente a lo que podrían suponer los desprevenidos, llevan una vida doméstica de incontaminada severidad, de su casa a la iglesia, de la Iglesia a su casa, divorciada de los oropeles del mundo..."

Especial agradecimiento a nuestro querido primo José Antonio Arrúe Larrarte por el invalorable aporte a los estudios de nuestra familia.

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